Ha
caído un 30% en los últimos meses, y casi un 50% desde los máximos
históricos. Es esta última la mayor bajada registrada por el petróleo
desde 2008. En los últimos meses registra el mayor desplome en varias
décadas. Con la economía de Estados Unidos recuperándose y la China
manteniendo un ritmo fuerte resulta un desplome extraño. Pero tiene sus
causas y de hecho circulan distintas teorías sobre el asunto.
Los países de la Opep se
encuentran entre los principales
exportadores de petróleo del mundo y tienen un control relativo del
mercado. Ante cualquier indicio de que quisieran frenar la producción
los precios sin duda subirían desde los mínimos actuales hasta situarse
alrededor de 82 dólares por barril. Arabia Saudita por ejemplo necesita
el precio en el entorno de los 99 dólares para cubrir gastos. Incluso en
ese momento, muchos países de la Opep estarían produciendo en pérdidas,
según explica en Forbes el experto y fundador de un despacho de
abogados en Emiratos Árabes Unidos, Habib Al Mulla.
Pero la Opep sigue sin
mover un dedo. La propia organización sostiene que los descensos se
deben en gran parte a la especulación en el mercado y que la demanda no
es tan baja como muchos pueden pensar.
Otros
sostienen que el aumento de la competencia debido a la creciente
producción de petróleo shale o de esquisto empuja a la Ópep a mantener
precios bajos
para que no sea rentable ese tipo de producción. Sin embargo, algunos
estudios sugieren que los precios del petróleo tendrían que caer a 60
dólares o por debajo para detener el crecimiento de la producción de
esquisto al hacerla deficitaria.
Algunos sostienen que
Arabia Saudita, el mayor productor del mundo, está defendiendo su cuota
de mercado mediante la reducción de los precios en lugar de hacerlo
mediante el recorte de la producción. Otros podrían ir tan lejos como
para decir que los saudíes están empujando los precios hacia abajo para
golpear a su rival regional, Irán,
donde más le duele; la economía. Algunos estiman que Irán necesita el
petróleo a 136 dólares el barril para financiar sus planes de expansión
en este negocio.
Pero estos teorías no
dan una explicación convincente sobre cómo en
un periodo tan relativamente corto los precios han bajado tanto. A raíz
de este hecho surge otra teoría más sugerente, no por su validez, si no
por las implicaciones geopolíticas que plantea. ¿Podría ser que la Opep
mantuviera los precios bajos para combatir el Estado islámico (IS)? No
hay duda de que la organización terrorista se financia principalmente
con activos energéticos incautados.
Se debe tener en cuenta que las naciones de la Opep en el Oriente
Medio y el Norte de África se enfrentan a recortes presupuestarios
masivos debido al desplome del maná petrolero.
Y
el ajuste caerá en las partidas de bienestar social. Cuando eso ocurra
las naciones productoras de petróleo corren el riesgo de perder el apoyo
popular que sus gobiernos disfrutan. En otras palabras, la caída de los
precios del petróleo es una bendición para los reclutadores yihadistas.
Con menos recursos para evitar luchas internas en las naciones de la
Opep, el número de grupos radicales en toda la región puede crecer y
sumarse a la estrategia del terror del IS.
Y
lo peor de todo, para este experto, es que cuando los precios suban de
nuevo, tal vez debido al estado de agitación y amenaza creado por esas
fuerzas radicales, el IS podrá volver a financiarse con holgura en su
creciente territorio y zonas de influencia. Es, como dicen los
norteamericanos, una win-win situation y una lost-lost para el resto del
mundo.
Pero quizá no sea tan automática como dice Habib Al Mulla esa
relación entre caída del petróleo e impacto positivo en el IS, pero sí
parece claro que igual que no era buena una subida en vertical de los precios, tampoco lo es un desplome agudo.
Las delicadas relaciones intereconómicas mundiales se ven trastocadas
de golpe y sin tiempo para reaccionar, al igual que ocurre con los
equilibrios geoplíticos. Por ho hablar de las políticas de eficiencia y
reducción del consumo de Occidente y países emergentes, que pueden caer
en la tentación de cejar en ese empeño pese a que sigue siendo
imprescindible por motivos de reducción de costes y de preservación de
la Naturaleza.